En Embassy Today nos gusta comenzar nuestras entrevistas con una mirada al pasado. Carlos, ¿Cómo fue su infancia? ¿Dónde nació?
Nací en Valladolid, aunque mis raíces están en Valbuena del Duero, en pleno corazón de la “Milla de Oro” del vino. Toda mi familia es de allí. Mis padres eran apicultores, y desde pequeño viví entre viñas, abejas y campo, entre Valbuena del Duero, Olivares del Duero y Valladolid. Esa conexión con la tierra me marcó profundamente.
¿Qué valores les inculcaron a sus padres?
Mi madre me transmitió una fuerte ética y una visión honesta de la vida. De mi padre aprendí todo sobre el campo, el viñedo, la organización, la dirección... Él era muy moderno para su época. Incorporó las primeras máquinas y sistemas automatizados, y fue pionero en varias industrias agrarias de la zona. Desde pequeño, lo acompañaba al campo, sobre todo en verano. Aquello fue una escuela de vida: trabajo duro, modernidad, compromiso, innovación y mucho amor por la tierra.
¿De niño soñaba con dedicarse al vino o tuvo otras ilusiones?
En el colegio sacaba buenas notas y soñaba con ser ingeniero, algo que en ese momento era como alcanzar la cima. Me atraía mucho la tecnología, la innovación… Pero la historia familiar, la tradición, el legado de mis mayores terminaron por conquistarme. Aunque siempre tuve claro que quería emprender, construir algo propio sobre la base de la viticultura familiar.
Usted es ingeniero agrónomo y también enólogo, ¿no?
Sí, estudié Ingeniería Superior Agrónoma en la Universidad Politécnica de Madrid, y allí mismo realicé un Máster en Enología y Viticultura.
Durante su formación, ¿Qué le apasionaba más: lo técnico o el contacto con la tierra?
Siempre me ha fascinado adquirir conocimientos, tanto técnicos como humanos. Complementé mi formación con un diplomado en Economía de Empresa y un Máster en Sistemas de Información. He trabajado en desarrollo de proyectos, sistemas informáticos, relaciones internacionales... Todo eso me dio herramientas muy valiosas cuando decidí fundar mi primera bodega: Matarromera.
¿Cómo fueron esos comienzos?
Fueron apasionantes. Había viajado a Francia, a Chile... y mi sueño era volver a mi tierra y elaborar un vino excepcional. Valbuena del Duero, considerada la capital de la Milla de Oro, merecía un vino que estuviese a su altura. Aposté por la excelencia y me rodeé de un gran equipo: compañeros agrónomos, enólogos, expertos del ministerio... Había comenzado también a escribir guías gastronómicas, lo que me ayudó a entender mejor el sector. El primer vino de Matarromera fue un éxito total: obtuvo la Gran Medalla de Oro en el Concurso Internacional de España, y desde entonces no han parado los reconocimientos.
¿Cuál ha sido su estrategia empresarial?
Desde el inicio opté por bodegas pequeñas o medianas, siempre enfocadas a la máxima calidad. Tras Matarromera llegaron Emina Ribera, Valdelosaires, otras bodegas familiares... y más tarde nos expandimos a otras zonas como Rioja, con Bodega Carlos Moro (CMM), y Galicia, con Casa Venide, San Claudio y Viña Caída. Siempre con la misma filosofía: vinos con alma, que enamoran.
¿Actualmente cuántas bodegas tiene el grupo?
Contamos con once bodegas. Y también hemos diversificado: tenemos una almazara en Medina del Campo (Oliduero), una destilería, y varias propuestas de enoturismo como casas rurales y experiencias en bodega. Queremos que la gente venga, vea, pruebe y viva el vino. Tenemos, por ejemplo, un museo del vino en Emina donde mostramos la historia del Duero y la contribución de nuestras bodegas.
También han apostado por el mundo de la cosmética, ¿verdad?
Sí, fruto de la investigación. Creamos el primer departamento de I+D de una bodega en Castilla y León, ya desde ahí desarrollamos patentes para extraer polifenoles de la uva, con aplicaciones nutricionales, saludables y cosméticas. Esto nos llevó a fundar una pequeña empresa de cosmética cuyos productos ya utilizan algunos de los mejores spas del mundo.
Y no se olvidan del aceite de oliva…
Exactamente. Como no podíamos ampliar más viñedo, optamos por plantar 140 hectáreas de olivos (arbequina, picual, etc.). Así nació Oliduero, un aceite ecológico de altísima calidad, con reconocimientos tanto del público como de jurados internacionales. Tiene baja producción, pero excelentes propiedades saludables y organolépticas.
Su empresa destina gran parte de su facturación a I+D...
Actualmente hemos participado en más de 110 proyectos oficiales de investigación. Hemos trabajado en digitalización, sensorización, eficiencia energética, vinificación sin alcohol… Gracias a esto hemos desarrollado vinos como Win , líder mundial en vinos sin alcohol, o 5.0 by Win , bajos en graduación, así como patentes moleculares con aplicaciones en diferentes industrias.
¿Se le considera un visionario?
Más que visionario, diría que he tenido la suerte de contar con una formación sólida y una gran pasión. La experiencia en la FAO, la administración pública y las escuelas de negocios me permitieron ver el potencial de aunar tradición e innovación. Y eso él quería trasladarlo a todas las empresas del grupo.
¿Tiene tiempo para usted y su familia?
Claro, intento tenerlo para mi esposa, sobre todo para mis nietos. Tengo una foto muy especial con uno de ellos, que tengo en mi WhatsApp. Fuimos juntos a ver al Mago Pop como regalo de cumpleaños. Momentos así son impagables y los busco siempre que puedo, con mis hijas, mi esposa Esperanza y mi familia.
¿Cómo le gustaría ser recordado?
Como una buena persona, que hizo las cosas con honestidad, que aportó algo positivo a la sociedad, desde el mundo empresarial, la innovación, la viticultura... y que dejó un legado del que su familia y su tierra pudieran sentirse orgullosos. Tenemos también una fundación con la que desarrollamos iniciativas sociales. Ese es mi verdadero legado.
¿Qué opina de los aranceles y las dificultades en el comercio internacional?
Las circunstancias cambian, y hay momentos más fáciles que otros. Lo importante es estar preparado. Ahora estamos trabajando en la transición generacional para dejar un legado sólido a nuestras hijas y nietos. Queremos que las bodegas sigan proyectándose al futuro, más allá del tiempo y las fronteras.
Carlos, ha sido un verdadero placer hablar con usted. No quiero robarle más tiempo. Le diré que es un hombre que al vino le dio alma y sentido. Brindamos por su historia, que como un buen reserva, mejora con el tiempo.
Embassy Today entrevista al empresario Carlos Moro: "El vino es mi historia, mi vida y mi legado"
Escrito el 21/04/2025