Flandes es una Europa en miniatura, un destilado de arte, historia, vanguardia, estilo y excelentes placeres urbanitas. Un escenario de cuento cargado de vida en constante evolución. Desde las románticas calles de Brujas hasta los cosmopolitas barrios de Bruselas. Una región facilísima de recorrer donde la curiosidad manda, y la emoción obedece.
La vitalidad creativa de Flandes se debe en buena medida a su estratégica situación geográfica, mirando al mar del Norte y encajada entre Francia y Holanda. Un objeto de deseo que, con el correr de los siglos, fue partícipe de casi todas las intrigas del Viejo Continente, hasta el punto de enzarzarse con España en una guerra de 80 años que terminó con la humillante retirada patria, que por todo botín se llevó el viejo dicho de “Poner una pica en Flandes”.
Quizá por eso los flamencos nos miran con un extra de cariño y recuerdan sin asomo de rencor la huella que dejó nuestra presencia, que ni muchísimo menos es la única. Flandes es un escaparate de influencias. Recorrerla es muy cómodo: desde el aeropuerto de Bruselas una excelente red de ferrocarriles enlaza con todas las ciudades importantes. Una primera pista de la excelente relación calidad-precio que ofrece la región. Hay planes para todos los gustos y para todos los bolsillos.
Flandes es ante todo un destino urbano, un lugar donde las ciudades parecen despertar de un cuento de hadas sin haber perdido un ápice de su belleza. Y, sin embargo, a poco que nos adentremos en sus callejas empedradas, se nos acostumbre la vista a la perfección de sus canales, y nos rodeemos de tejados escalonados, entenderemos que la magia reside en su decidido compromiso con la vanguardia. Aunque las tentaciones son incontables, dos nos van a acompañar día y noche: el chocolate y la cerveza. Conceptos que conviene explorar y disfrutar, porque los recuerdos de nuestro viaje llegarán envueltos en sus potentes aromas. Por lo demás, nada como pasar lista a sus principales ciudades para saber qué cuáles son las últimas tendencias europeas.
Bruselas, la magia de los barrios del corazón de Europa
La capital de Europa es ecléctica y concéntrica, hay muchas Bruselas dentro de Bruselas. Visita obligada es la impresionante Grand Place, todo un espectáculo arquitectónico, perfecto para observar cómo el atardecer se deja caer entre sus impresionantes fachadas gremiales. Muy cerca, encontramos otra foto típica de la ciudad: el Manneken Pis, o el niño meón, una diminuta estatua que atrae como un imán a todo viajero curioso, y que cambia de atrezzo según el humor social. Un día puede aparecer con bufanda, y otro con albornoz.
Una vez disfrutado del centro, sin olvidar probar una buena fritura de patatas y mejillones, lo mejor es apostar por los recorridos temáticos.
El Modernista.
Siguiendo las sinuosas líneas del Art Noveau que domina en barrios como Bailli, Châtelain o Ixelles, y de la mano del arquitecto Víctor Horta, máximo exponente de este movimiento, descubriremos más de 200 fachadas protegidas, y un buen número de cafés dónde aún se pueden escuchar tertulias centenarias. Súper recomendables el Café Le Cirio y la Taberna The Falstaff. Imprescindible la Casa Museo Horta.
El comic como compañero.
El tour del comic, de fachada en fachada, con personajes tan familiares como Tintín, Lucky Luke o los Pitufos. El impresionante Museo del Cómic, con más de 6000 cómics originales es perfecto para hacerse una idea del talento de sus creadores.
El surrealismo mágico de Magritte.
El surrealismo también pasó por Bruselas. Hoy el impactante Museo Magritte rinde homenaje a esta corriente a través de 250 obras del artista.
La bohemia del Sablon.
Para terminar, nada como regalarnos un día en el Sablon, el barrio más bohemio y alegre, repleto de anticuarios y galerías de arte, de coloristas terrazas y de coquetos bistrós. El barrio es también escenario del famosísimo Mercadillo de las Pulgas, una delicia para perder el tiempo y encontrar cualquier cosa que nunca sospechamos podríamos necesitar.
Amberes, capital de la moda
Famosa por su diseño atrevido, y encumbrada a las pasarelas internacionales por los llamados “Seis de Amberes” la dinámica ciudad es un paraíso para las compras. Basta con echar un vistazo a la presentación de sus escaparates, no vale perderse los de National Straat y Klooster Straat, y terminar el recorrido en el MoMu, el inspirador Museo de la Moda, una excelente cantera de jóvenes talentos, y un escenario perfecto para tomar el pulso a la ciudad.
Hay que descubrir el casco antiguo desde la Plaza Mayor o Grote Mark y no dejar de visitar la Casa Museo del genial pintor Peter Paul Rubens, donde además de recrearnos con sus obras, conoceremos fascinantes detalles de su vida personal como viajero y coleccionista de arte. Y es que esta ciudad respira arte, desde el graffiti, tienen una calle especialmente dedicada al tema, hasta el reconocidísimo Museo de Arte Contemporáneo, terminando con sus dos últimas y espectaculares conquistas, ambas situadas en el Eilandje, el nuevo barrio de moda frente al río Escalda, lleno de gente guapa que se exhibe sin complejos en sus animadísimas terrazas y restaurantes. El impresionante edificio rojo del MAS , Museum aan Stroom, un paseo por la historia etnográfica de la ciudad y el recién inaugurado Museo Red Starline que narra la historia de los dos millones de pasajeros que tomaron esa famosa línea naviera entre 1873 y 1934 para llegar a los EEUU.
Brujas: la magia de la bella durmiente
La revolución industrial pasó de largo por la antaño floreciente capital de la lana, y hoy es muy de agradecer que haya mantenido intacta su belleza medieval recién extraída de las ilustraciones de un cuento de hadas.
Lo primero que llama la atención de la ciudad son sus románticos canales, de modo que se impone un inolvidable paseo en barca. Sus adoquinadas callejuelas son fantásticas para alquilar una bici y descubrir sus rincones secretos, desde la Plaza Mayor con su espectacular campanario gótico de 83 metros de altura hasta el Beaterio, un curioso oasis habitado por monjas benedictinas que respira paz por los cuatro costados.
El Ayuntamiento, la Catedral de San Salvador y la Basílica de la Santa Sangre son opciones perfectas para apreciar aún más la floreciente arquitectura de la ciudad. Los amantes de los Primitivos Flamencos disfrutrarán en el Museo Groeninge, con obras de Van Eyck, el Bosco, Brueghel o Van Dyck. Brujas es un destino excelente para dejarse llevar por el aroma a cacao, cuenta con más de 50 maestros chocolateros, y los más avanzados podrán respirarlo de verdad en The Chocolate Line. Al caer la tarde es muy recomendable perderse en el canal circular que rodea la ciudad y pedir una Straffe Hendrik, la rubia local que se bebe sin apenas darse cuenta.
Gante: el arte de disfrutar de la buena vida
La mejor panorámica de la ciudad natal del emperador Carlos I de España y V de Alemania se consigue en el puente de San Miguel, un lugar privilegiado para ver las tres torres de Gante; la de la Catedral de San Bavón, la del Ayuntamiento y la de la Iglesia de San Nicolás.
Después hay que admirar el Castillo de los Condes y los famosos muelles de Graslei, el muelle de la hierba, en el antiguo puerto de la ciudad, y de Korenlei, el del trigo, ambos repletos de deliciosos restaurantes mirando al agua -las vistas desde el Belga Queen son espectaculares-.
Los canales de Gante, el ambiente universitario y festivo de sus calles, su excelente oferta gastronómica, y lo original de sus bares de copas, la convierten en el reclamo perfecto para los más urbanitas. Para vivir como un gantés hay que tomarse un aperitivo de ostras y champán en la Plaza Kouter, en el mercado de las flores.
Para los amantes del arte es imperativo pasar un rato en el espectacular Museo del Diseño. Tras una encantadora fachada del siglo XVIII se abren las salas de una fantástica colección de arte contemporáneo, desde el siglo XX hasta nuestros días.
Flandes engancha por los cinco sentidos: el gótico medieval de sus ciudades, el aroma a chocolate de sus calles, la contundente variedad de sus cervezas, la música de sus centenarios carillones y el suave tacto de los manteles de lino de sus muchos restaurantes con encanto.
Museo De Fin De Siecle, Bruselas: Una cita obligada para todos los amantes del modernismo. Un fantástico viaje por los mejores géneros artísticos del Art Noveau representados en cuadros, dibujos, acuarelas, esculturas, fotografías, objetos decorativos…en un espacio moderno y diáfano, perfecto para la contemplación de la belleza.
Una cocina con muchas estrellas: A pesar de su pequeño tamaño Bélgica es el país del mundo con más restaurantes con estrellas Michelín, concretamente 118. Los restaurantes con el máximo gallardón en Flandes son: De Karmeliet, en Brujas y Hof van Cleve, en las afueras de Gante. No te pierdas cómo reinterpretan los típicos platos flamencos: mejillones, patatas fritas, vieiras y el waterzooi, un fino guiso de pollo o pescado.
Navegando entre los canales: Una de las señas de identidad de Flandes son sus románticos canales. Y Johanna es el nombre de un barco reconvertido en hotel que, con distintas temáticas, recorre los canales de la región, a través de pueblos pintorescos, ciudades históricas y centenarias abadías. Además, todos los platos de su apetecible oferta gastronómica se sirven acompañados de una excelente selección de cervezas belgas.